Izaskun Alonso, fundadora de The Rights Factory.
The Rights Factory es una consultoría de gestión y comunicación responsable especializada en la Responsabilidad Social Empresarial, los derechos humanos y el branding responsable. Trabajan con empresas, ONG y administraciones públicas ayudándoles a ser más innovadoras, responsables y sostenibles como vía para diferenciarse, generando un impacto positivo real en la sociedad.
¿Qué es una marca socialmente responsable?
Es una organización que logra ser percibida por todos sus grupos de interés como una empresa responsable, es decir, por sus consumidores finales, inversores, proveedores, y todas aquellas personas vinculadas a la organización. Cuando es percibida como tal de manera sostenible en el tiempo y cuando ese posicionamiento le otorga diferenciación, y por tanto competitividad, entonces se convierte de manera natural en una marca socialmente responsable. Para nosotros es muy importante que esa percepción esté alineada con el comportamiento real, no nos interesa trabajar reputaciones con campañas que no se ajustan a la realidad.
¿Y cómo se consigue construir esa marca?
Lograr que una empresa sea percibida en su totalidad como socialmente responsable es una tarea larga, así que solemos avanzar por fases o líneas de negocio. Trabajamos en las políticas de la empresa hacia los trabajadores, proveedores y clientes para que estas integren criterios de responsabilidad y respeto a los derechos humanos, y también en la cultura interna de la organización, para que las personas que la forman se involucren y sean conocedoras de cómo sus actividades tienen un impacto en la sociedad. Así que trabajamos desde el posicionamiento de marca y la gestión hasta la comunicación responsable. Esta última es una herramienta muy buena para la empresa, puesto que permite informar de lo que estás haciendo a tus grupos de interés, pero también es un ejercicio de responsabilidad en sí mismo.
¿Es posible ser socialmente responsable y competitivo?
Por supuesto. Además, cada vez hay más consumidores finales que valoran las empresas y marcas no solo por sus prestaciones en servicios y productos sino también por los valores que llevan intrínsecos. Tenemos como ejemplo el caso de Fairphone, pero hay muchos más. A las personas nos gusta sentir que mediante nuestro consumo estamos contribuyendo a construir un tejido económico más responsable, y también hay cada vez más inversores que exigen a las grandes empresas mecanismos que vigilen los impactos que generan en el ámbito de los derechos humanos. Por otro lado, a nivel normativo se están dando pasos, y las empresas deben estar preparadas para dar respuesta a estas exigencias normativas. Afortunadamente, es un camino sin retorno.
¿Hay interés por parte de las empresas vascas por avanzar en este sentido?
Desde hace muchos años las empresas vascas saben que integrar la RSE en sus políticas y sistemas de gestión les permite mejorar su productividad, innovar y gozar de una reputación positiva. Hacerlo con un enfoque de derechos humanos es aún más pertinente e integral. Además, muchas empresas vascas están internacionalizadas o disponen de cadenas de suministro procedentes de otros países. Es básico que una empresa sepa qué está pasando a lo largo de toda su cadena de valor y cómo está impactando en la vida de otras personas. La administración vasca está apostando mucho por mejorar la competitividad de nuestras empresas, por la innovación, por optimizar procesos de gestión,… y también hay un interés importante por mostrar un Euskadi comprometido con el desarrollo sostenible y responsable a nivel global.