Andoni Isasti, director gerente de Cadinox, líder europeo de fabricación de equipos mecanosoldados para instalaciones científicas
En la localidad guipuzcoana de Belauntza se asienta la pyme familiar Cadinox, fundada en 1966 como un taller de soldadura a la sombra de la entonces próspera industria papelera de la zona y que décadas después se ha convertido en el líder europeo de fabricación de equipos mecanosoldados para instalaciones científicas.
Cadinox es una firma altamente tecnológica que está inmersa en estos momentos en un proceso de transformación hacia una cultura basada en las personas, una forma de hacer empresa totalmente nueva que de momento les ha servido para ser reconocidos por Adegi y mantener su liderazgo en nichos de mercados altamente exigentes desde el punto de vista técnico y organizativo.
Esta firma vasca exporta en estos momentos el 45% de su producción a países como Estados Unidos, Japón, Finlandia, China o Brasil, factura cerca de 10 millones de euros y da empleo a 65 personas. Su director gerente, Andoni Isasti, repasa en el programa Made in Basque Country (Radio Euskadi) el pasado, presente y futuro de esta compañía.
Antes de entrar en materia, ¿qué son exactamente estos equipos mecanosoldados para instalaciones científicas que fabricáis aquí en Euskadi?
Se trata de integrar procesos de soldadura y mecanizado para conseguir soluciones complejas desde el punto de vista de tecnologías de unión y precisión de mecanizado. Es decir, y por despeciar un poco las operaciones que nosotros hacemos, desde el acopio de materiales, que sería la chapa laminada en caliente como materia prima, pasando los procesos de corte, conformado, ensamblarlo, soldarlo y acabar mecanizando, dándole esa precisión, para poder ser posteriormente ensamblada y montada junto con otras piezas y construir así un conjunto que tiene una funcionalidad.
Una funcionalidad con un alto contenido tecnológico que no sabemos si se parece en algo o en nada a lo que la empresa lleva haciendo desde hace décadas…
Mantenemos la esencia, que fue la razón fundadora y seguimos trabajando para la industria papelera, pero hemos ido diversificando desde el punto de vista de los propios sectores pero también desde el plano geográfico. Todo lo que son procesos de generación de energía así como la llamada Industria de la Ciencia son en estos momentos para nosotros lo más representativo en cuanto a cifra de facturación.
¿Podríamos decir que parte del éxito de una pyme con tanto recorrido como Cadinox se debe a su capacidad para haber sabido adaptarse a los tiempos?
Siempre hemos ido buscando el nicho tecnológico, el nicho de grandes exigencias e integrando procesos en esa estrategia de seguir aportando el mayor valor añadido posible a nuestros productos. En ese sentido sí que es verdad que hemos ido evolucionando hacia una forma de hacer las cosas cada vez más complejas, completas y permitir de esa manera que algo realizado desde Euskadi pueda ser competitivo y requerido casi en cualquier parte del mundo.
¿Nos pone un ejemplo de bienes de equipo que fabrican para instalaciones científicas?
Ahora mismo estamos fabricando una cámara de simulación espacial, hemos hecho también equipos en vacío para instalaciones con láseres muy potentes, también productos muy específicos para el CERN, el acelerador de partículas que está en Suiza, y hemos tomado parte también en otras instalaciones de neutrónica tanto en Francia como en Inglaterra… Son equipos, o partes de equipos, donde los investigadores, los científicos de más alto nivel, realizan sus ensayos y para eso tienen que replicar las condiciones de aquel ensayo que quieren hacer (en vacío, bajo presión o magnetismo, en altas o bajas temperaturas…). Es decir, si se trata de probar un satélite que va a funcionar en el espacio, pues se tienen que replicar las mismas condiciones y eso significa que tenemos que fabricar algo que sea capaz de resistirlas.
¿Desde fuera da la sensación de que es el suyo un trabajo muy divertido, muy ameno…?
Sí, a veces hasta demasiado (risas). A veces queremos fabricar una serie de cinco para poder coger carrerilla y disfrutar y relajarnos un poco, ¿no?… Pero sí, es un trabajo muy cambiante y creativo donde los requisitos fluctúan de un proyecto a otro, lo cual nos obliga a cambiar el chip muy rápidamente.
¿Por qué?
Porque en este trabajo nunca hay dos proyectos iguales, de ahí que escuchar las necesidades del cliente es algo clave y eso significa que te tengas que reinventar de manera constante porque lo que ayer te sirvió para ese proyecto en concreto hoy no tiene cabida.
En ese sentido de renovación permanente también han realizado una mirada hacia dentro en busca de nuevos valores y una nueva forma de entender la empresa, las relaciones y los compromisos… Y en esta línea la patronal guipuzcoana Adegi les reconoció recientemente con el premio Nueva Cultura Empresarial por “cultivar” nuevos valores…
Así es… Entendíamos en su día que no solo se trataba de qué hacemos sino de cómo lo hacemos, que a nuestro juicio importa y mucho, y precisamente para poder potenciar toda la creatividad, implicación, compromiso y participación de las personas, entendimos que teníamos que hacerlo de una manera distinta a como lo veníamos haciendo en el pasado. Llevamos ya varios años en un proceso de transformación cultural con una satisfacción muy importante por el camino que estamos recorriendo.
Es como la metáfora de la trainera…
Sí, todos remando en la misma dirección. Pasar de la sokatira a la trinera, del enfrentamiento a la colaboración y el diálogo. En la medida que todos participamos del proyecto con un alto grado de compromiso y donde además todos ganamos (no solo desde el punto de vista de la rentabilidad), el escenario es perfecto.
¿Por qué se llegó hace cinco año a ese punto de inflexión donde tuvieron que cambiar su forma de hacer empresa, su forma de entender las relaciones entre los trabajadores, la toma de decisiones con consenso y unión?
Fue una mezcla de sueño, visión y utopía que yo tengo con una situación de contexto en cuanto al cambio generacional dentro de la empresa con la salida por jubilación de los dos socios fundadores. Con todo eso encima de la mesa comenzamos a idear una nueva manera de tomar decisiones, de relacionarnos y pensar en estrategia y operativa. Y ese fue el caldo de cultivo propicio para que los cambios fueran tomando forma. Cambios, por otro lado, que se van ajustando siempre a las necesidades del colectivo porque se trata, en definitiva, de escuchar a las personas para ir adaptándonos a lo que mejor nos convengan a todos.
Cuando un empresario como es su caso dan un paso como este que implica transparencia, diálogo y mano izquierda, ¿a qué diría que tiene que estar dispuesto a renunciar principalmente?
Yo diría que lo que hay que estar es dispuesto a escuchar el propósito que te mueve y saber darle forma. En mi caso es lo que he hecho, al menos, la clave. Más allá de eso existen una serie de competencias que poco tienen que ver con lo que se enseña en las escuelas de negocios o universidades y que tienen que ver con habilidades, con relaciones entre personas, con el colectivo y las organizaciones y que no son puramente racionales sino que tienen mucho de intuición, de emoción y alma. De escuchar al otro, como decía antes, aunque no te vaya a gustar lo que te diga. Es ponerse las gafas o la txapela del otro. Ponerse en su lugar para ver o entender cosas que desde tu óptica ni tan siquiera te las habías llegado a imaginar. Son ejercicios que te enseñan muchas cosas y que dan sentido al camino más que al resultado.